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Foto del escritorMacarena Céspedes

La comunicación humana

@makaphon2020

Siempre me ha parecido que el lenguaje humano es un juego. Esto desde la perspectiva lúdica intrínseca que nos define, la cual externalizamos en muchos aspectos conductuales. De todos estos caracteres, el juego es el más evidente y directo, pues, cuando interactuamos en nuestro diario vivir -ya sea con nosotros mismos o con los demás- entramos en una dinámica que despierta en nosotros atributos competitivos: emociones como la necesidad de ganar y el temor de perder, ¿a caso esto no es entrar en una jugada?

Abrir el juego del lenguaje humano es tan complejo como lo habremos experimentado en las diferentes situaciones y contextos a los que hemos estado expuestos. El hecho singular de que podamos hablar depende de un componente lingüístico que nos identifica y proporciona en nuestro actuar un lenguaje particular que nos diferencia del resto de las comunidades vivientes. Si bien, todas ellas poseen organizados sistemas de comunicación, de facto no alcanzan el carácter lingüístico en su plenitud, al no escucharlos hablar como nosotros lo hacemos, al no comprender sus códigos de comunicación a nuestro modo, al no percibir en sus emisiones sonoras que digan “palabras”, por poner un ejemplo.

Como una generalidad, podemos explicar que lo lingüístico está en el detalle de lo dicho desde una emisión sonora articulada que podemos comprender como una unidad de palabras que relacionamos con significados de referencia, como decir “tengo hambre” que referencia una necesidad directa de no haber comido y, por lo tanto, una referencia menos directa a necesito o quisiera comer. Y otros de efectos de sentido que poseen una organización más pragmática dada por el contexto y situación comunicativa junto con otros factores no lingüísticos, a los que me referiré más adelante.

La dinámica que se establece a nivel de conocimiento comprensivo en el momento de la interacción es sin duda una jugada compleja, porque todo el tiempo debemos estar atentos no solo a lo que decimos lingüísticamente hablando, sino a aquello que expresamos mediados por nuestros sentidos que nos referencian el mundo y nos permiten tener una comprensión de este. Por supuesto, como cada cerebro humano percibe según su propia experiencia individual de lo que es social para él, no todos compartimos la misma idea de aquello que nos rodea y es en este sentido que nos enfrentamos al juego de la comunicación con diferentes habilidades comunicativas y una suerte de posicionamiento escénico que puede ser más o menos agresivo, más o menos generoso, más o menos cortés y un largo etcétera según las experiencias de cada uno.

Una de las mayores complejidades de este juego es la dualidad que se ha instalado en nosotros por naturaleza biológica, que son las capacidades de hablar y escuchar a la vez, a gran velocidad nuestros cerebros están realizando en este momento millones de conexiones para procesar lo que leemos y aún más si nos remitimos a los momentos de interacción hablada in situ, donde hablante y oyente están en cada interlocutor las conexiones son aún mayores para lograr captar el significado en su totalidad. Lo que quiero dejar claro es que no hay, por un lado, un hablante y, por otro, un oyente, sino que somos una entidad dos en uno, que funciona bajo una dialéctica deleitable entre lo que hablamos y oímos, pero esto se nos queda corto. Me atrevería a decir que lo que nos permite interactuar es ese cerebro que a gran velocidad se expande por medio de una sobre exposición de estímulos que lo configuran como un verdadero universo con sus respectivas dimensiones paralelas que son nuestros cinco sentidos. Todo esto sumado a la constitución físico-biológica que va canalizando a gran velocidad todo tipo de signos que son interpretados como significados diferentes, que al final de la emisión se resuelven como un único significado que gatilla otro circuito comunicacional.

 

Cuando el #quédateencasa es todo


@makaphon2020

Más que otras veces, ahora sentimos lo importante que es comunicarnos y que para poder hacerlo, necesitamos estar vivos. Claro, porque la importancia de interactuar se vuelve prioritaria cuando sabemos que corremos algún peligro. Esto es lo que en lingüística llamamos lenguaje primario, muchas cosas que decimos son para sobrevivir.

Lo innegable es que el esfuerzo que se nos pide hoy es un distanciamiento social que puede tener dos posibilidades -para nosotros los que no jugamos el papel social de luchar cara a cara con el #COVID19 que genera la pandemia-. Una, puede ser que estemos en #cuarentena en nuestra casa con quienes vivimos y compartimos un mismo espacio en lo cotidiano, yendo y viniendo, pero que al desaparecer este hábito de salir de casa, al día 2, 3 o 6, ya pensamos en poder interactuar con otras personas y en otros espacios. La otra posibilidad, es que #yomequedoencasa y viva sola (o solo) disfrutando de mi especialidad cotidiana hasta que al día 3, 4 o 6, ya pienso en interactuar con otras personas y en otros lugares. Porque es normal que nos enfrentemos a una necesidad de interacción cara a cara, cuando esta está prohibida por una finalidad vital, asimismo me puedo llegar a preguntar ¿por qué es imperante interactuar de un modo equis cuando nos sentimos saturados?


Varios son los factores que nos llevan a querer interactuar con otros o no por las redes sociales, cuando es la única alternativa. En lingüística se teoriza mucho acerca de los factores externos que intervienen en la interacción, y para que podamos variar como lo hacemos siempre, necesitamos que se den ciertas condiciones, como lo es el dinamismo social. Ahora es imperante #quedarseencasa y el #distanciamientosocial para ganarle a esta pandemia que nos enrostra nuestra fragilidad humana, este hecho nos delimita como hablante-oyentes a un mismo contexto social, una misma situación comunicativa, unos interlocutores que podrían o no variar y casi un mismo tema predominante en la interacción, el #coronavirus.


Estas limitaciones factoriales que son las que constantemente están variando en la vida cotidiana, ahora se mantienen, y eso nos obliga a no poder variar como quisiéramos nuestras posibilidades de usos lingüísticos (registro), al mismo tiempo que nuestra variación estilística se ve minimizada. El estilo que adoptamos al momento de interactuar va de la mano de quiénes somos y cómo somos. Incluso si queremos sentarnos a escribir, por más que en nuestro encierro tengamos un lindo escritorio o una cómoda mesa, o se nos dé de vez en cuando escribir en la cama: ahora, justo ahora, no lo queremos hacer. Porque desearíamos estar escribiendo en aquel café favorito, en donde tienes más que el hábito lingüístico de escribir ahí; tienes unas rutinas sociolingüísticas, cuando te topas con los vecinos de siempre y los saludas, cuando conversas otro poco con el encargado del local, cuando te llevan el café y es ya tu amiga quien te lo sirve, cruzando una que otra interacción verbal con ella o él ¿Me dices que no te pasa o que te pasa con otras situaciones? Claro, aquí expongo un ejemplo que tiene que ver con mi situación de elegir la #cuarentena preventiva.


Como no poner esta imagen de uno de mis espacios favoritos para leer y escribir, en mi barrio Bellas Artes, en Santiago de Chile, Sur Café @sur_cafe. Pero esta imagen no significa solamente lo que puedes ver en ella, sino que les puedo contar que significa una comunidad que socializa a diario en una rutina sociolingüística común. Entro, saludo a Érik, Carola, Natalia o quienes estén en el turno: nos conocemos, hacemos vida social. Un beso, un abrazo y hablarnos a menos de un metro. ¡Qué nostalgia! Y aquí desde una residencia de investigadores, confinada en mi escritorio trato de escribir igual, aunque me falten.



 

El lenguaje no verbal está en todos lados


@makaphon2020


Un poco de semiología en estos días de incertidumbre social, es lo que les pretendo ofrecer aquí. "Nada de nada", es una frase que está subestimada, pues creemos que estamos diciendo que no pasa nada, cuando estamos transmitiendo un montón de posibilidades que aparecen cuando algo no ocurre. Porque si algo no ocurre aún, se abre un mundo de posibilidades en donde nuestros interlocutores podrán conjeturar variadas hipótesis en base a la TREMENDA información entregada en ese pequeño enunciado, sin entrar en los detalles del lenguaje no verbal incorporado, pongo como ejemplo: con guiño del ojo, más o menos próximo, con dejo de optimismo o fatalidad... ¿lo que interpretas en su mirada coincide con la entonación que lo ha expresado?, en fin, son demasiados los ejemplos que se pueden dar y muchos los factores a analizar.


Como pueden notar la peligrosidad de un enunciado breve siempre es de temer, porque, ¿cuánto nos debemos a un "sí" o a un "no"? o, dicho de otro modo, ¿quién no se ha puesto nervioso ante un inminente "sí" o a un inminente "no"? Muy bien, al menos nos queda la tranquilidad que lo que vaya a venir, será verbalizado y no quedará duda al respecto, pero ¿qué pasa cuándo la comunicación nos llega en un lenguaje exclusivamente no verbal?

Hoy vamos por la vida, del confinamiento al supermercado o a la farmacia, y en estos paseos únicos de cada semana (habrá quienes vayan más veces que otros/as y quienes solo salimos cada seis o siete días), vemos una cantidad de escenas que nos dicen un millón de cosas. Ya sé que varios están pensando: ¡Qué exageración! Pero, no exagero. Bueno, para serles sincera, exagero en creer que nos atreveríamos a leer, decodificar, interpretar, sentir, cada uno de los signos que nos comunican diferentes "cosas" cada vez que nos encontramos con una escena, como la que les he puesto en la foto (Tomada desde mi móvil camino al supermercado). Sí, esa fue la exageración, porque el lenguaje no verbal está en todos lados. No somos capaces de palparlo con mayor relieve en la vida que antes conocíamos, acostumbrados a superponer el lenguaje verbal por sobre los otros signos. Y debe ser posible que ahora, incluso aquellas personas -merecedoras de admiración- que salen a sus trabajos bajo este panorama de alto riesgo sanitario que estamos viviendo, lo puedan sentir. Porque ya no nos hablamos como antes, ni nos hablamos tanto como antes.


Miremos esta escena. Dos personas compartiendo una situación comunicativa en medio de la soledad de la plaza, allí, un montón de signos que referimos al observar y asimilar detalladamente la imagen, ¿qué se nos viene a la mente? Por ahora solo les puedo compartir una de las tantas lecturas que esta imagen puede tener: la contradicción.

En estos días que vivimos nos enfrentams a discursos que nos dicen que estamos juntos en esto, pero que debemos permanecer separados. Lo que se mitiga con saber que el distanciamiento social es solo físico, pues no es necesario aislarnos, no obstante, terminamos en una isla de contradicciones. Porque sabemos que mientras unos nos confinamos, otros están afuera; que "quedarse en casa" es un enunciado que no alcanza la realidad de todos. Por eso algunas personas salen a las plazas y dan de beber a quienes viven solitariamente, dándoles esa compañía que no reciben a diario, mientras quienes estamos acompañados siempre y con una casa donde habitar, nos empezamos a sentir solos, solo a veces. Son las contradicciones observables, que naturalizamos al momento de interpretarlas como una razonable necesidad de proceder.


Porque así somos los humanos, una serie de sonidos diferentes que pueden ser interpretados de modos distintos, según la frecuencia que sintonicemos. Vemos la realidad y la comprendemos por medio de los signos que esta nos señala: si se nubla, será que va a llover; si vemos humo, será que hay fuego; si sonreímos, será que nos fue bien; si nos invitan, será que somos bienvenidos. Así se puede continuar, entre significados que van desde lo elementalmente racional a lo más emocional, porque una de nuestras contradicciones podría ser esa, que hablamos con la razón y decimos con las emociones. ¿Será que existe una diferencia epistémica entre hablar y decir? Porque la etimológica la podemos buscar en los diccionarios. 


Si continuamos el recorrido, naturalizamos que muchisimas personas están expuestas al peligro, sin ser profesionales de la salud o vinculadas a esta, y vamos recibiendo tal información, cuando observamos la realidad circundante en las calles casi sin habitantes (siempre estará la otra posibilidad, válida, que caminemos con nosotros mismos y no miremos a nuestro alrededor), ¿y que ocurre a nuestro alrededor?: ocurre que un grupo cuantitativamente importante de la sociedad se confina, mientras que, otro grupo cualitativamente importante se moviliza; lo que permite que las sociedades no se detengan, que nos podamos confinar y que podamos realizar esa salida al supermercado o a la farmacia, para que sintamos que el mundo no se ha detenido. Y, por supuesto, una internet que hoy sirve para conectarnos virtualmente y no sentirnos aislados. Sí, sí, las contradicciones no acaban, ya que nos dimos cuenta de que realizamos montones de actividades por medio de la red, que nos hacen felices, ¿por qué antes no?, ¿porque somos seres adaptativos y ya? Ahora mismo no palabras para finalizar mi reflexión, pero sí unas imágenes para que las verbalicen según su frecuecia.


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